Alas para un sueño
Por Ricardo Valle y Wanda I. Rodríguez Rivera
Guayama, P.R
El día en que conocimos a Melvin Maldonado fue a través de una página de internet de clasificados de músicos. Su interés por ver una de las dos baterías que ofrecíamos lo hizo llegar hasta la carretera -15 del Barrio Palmas Altas que conduce de Guayama a Cayey.
La batería fue el pretexto para un largo, ameno e importante dialogo reflexivo sobre la música, los músicos, la educación, los estudiantes, la agricultura, la historia, la solidaridad y el porvenir. Descubrimos primero al músico, al baterista, al maestro e historiador, al padre de tres hijos, y al amigo de viejos amigos. Luego, en la mesa, después del almuerzo, imaginamos un espacio donde los músicos del sur pudieran expresar y desarrollar sus propios talentos, su música y canciones originales más allá de los “covers”, que imponen las casas disqueras. Un espacio donde los músicos más experimentados apoyaran a los jóvenes y los más jóvenes aportaran su ímpetu y dinamismo. Todos juntos en un solo escenario para manifestar y reafirmar sus talentos y expresión musical. Llegó la tarde nos despedimos y despertamos del sueño.
Una semana después recibimos de Melvin la invitación a un evento, El Libras Jamming Nights en un restaurante de Pozuelo en Guayama. El miércoles 23 de julio a las 7 p.m. llegamos al evento. Encontramos un espacio al aire libre, al fondo una tarima, Melvin en la batería, Pedro con su voz y su guitarra, y Andrés Rúa que llegó tempranito y escapado desde las Casas de la Selva en Patillas con otra guitarra. En la consola del sonido Bryan R. Colón de Duble Entretainment. Melvin, anfitrión y coordinador del evento, anunciaba un no sé qué sobre unas alitas y la necesidad de un bajista para completar la banda. Nos dio gusto saludar a Efraín Febles, que llegó desde Salinas, dispuesto a tocar su guitarra. Poco a poco fueron llegando más músicos: Edwin José Tapia, baterista, Edwin Joel Tapia, bajista y Jesús Vázquez Casiano, guitarrista.
Melvin repetía una vez más algo sobre unas alas, pero no podíamos descifrar lo que decía.
En una de las mesas del restaurante nos encontramos con nuestro amigo poeta y miembro de la Liga de poetas del sur, José G. Santos Vega, quien escuchaba con detenimiento el contenido de las composiciones originales. Con grata sorpresa encontramos a Thalia, una amiga a quien habíamos dejado de ver hacía algún tiempo y quien llegó con unos amigos convocados por el evento publicado en Facebook.
Según avanzaba la noche llegaban más músicos. Llegó Danny Martínez, experimentado bajista, Wayne, baterista, Ricky con la magia del violín, Joel Soto, bajista, Richard Silva, cantante, Danny Lynn, baterista, entre otros. Una joven con guitarra en mano y las ganas inquebrantables de subir al escenario, se destacaba en ese grupo predominantemente masculino, Zoar Torres, quien resultó ser hija de un vecino de la infancia, Guillermo Torres Castillo.
Un junte de músicos talentosos se manifestó en la tarima. En el escenario, se sentía la comunicación entre los músicos, aunque algo accidentada por los diversos estilos y la pasión de cantantes que tarareaban hasta los solos musicales. La cooperación, el desprendimiento y el entusiasmo ocuparon el aire de libertad que se respiraba. Zoar interpretó dos canciones de su autoría invitando a una urgente reflexión. Una de sus interpretaciones fue sobre el Puerto Rico actual y la otra una crítica a la objetivación sexual de las mujeres, destacando que éstas no son solo nalgas.
Melvin insistía sobre el tema de las alas.
Eran las 10:00 de la noche, la velada estaba por terminar, mientras algunos recogían, otros, en una larga despedida hablamos sobre arte, bosques, maderas, sustentabilidad, empleos, educación, agricultura, poesía, integración y vínculo con otros espacios, la participación y sobre grupos comunitarios en Puerto Rico.
Nos despedimos después de la medianoche. Unos se fueron a pie y otros flotando de un espacio donde los músicos más experimentados apoyaron a los jóvenes y los más jóvenes aportaron su ímpetu y dinamismo. Todos juntos en un solo escenario donde manifestaron y reafirmaron sus talentos y su expresión musical. Al fin creímos comprender de lo que hablaba Melvin; la música nos llevó en sus alas hacia aquel sueño imaginado inicialmente.